La primera Exhortación Apostólica del Papa León XIV, titulada “Dilexi te” (Te he amado. Ap. 3,9), es un escrito sobre el tema del servicio a los pobres, en cuyo rostro encontramos “el sufrimiento de los inocentes”. En esta carta el Papa señala el vínculo inseparable que existe entre la fe y la preocupación por los más débiles de la sociedad. La carta se centra en el amor incondicional hacia los pobres. Es el mismo Cristo el que se dirige a la comunidad cristiana y nos invita a redescubrir el vínculo inseparable entre la fe y la cercanía con los pobres.
«Te he amado» (Ap 3,9). La declaración de amor de Jesucristo expresada en el Apocalipsis remite al misterio inextinguible que el Papa Francisco ha profundizado en la carta Dilexit nos sobre el amor divino y humano del Corazón de Cristo. En ella hemos admirado el modo en el que Jesús se identifica con los más pequeños de la sociedad y cómo con su amor, entregado hasta el final, muestra la dignidad de cada ser humano, sobre todo cuando es más débil, miserable y sufriente. Contemplar el amor de Cristo nos ayuda a prestar más atención al sufrimiento y a las carencias de los demás. 
El Papa León XIV, continuando con el deseo del Papa Francisco, quiere que todos los cristianos podamos percibir la fuerte conexión que existe entre el amor de Cristo y su llamada a acercarnos a los pobres. En el llamado a reconocerlo en los pobres y sufrientes se revela el mismo corazón de Cristo, sus sentimientos y opciones más profundas, con las cuales todo cristiano intenta configurarse (cf. Dilexi te, nn. 2, 3).
Podemos decir que este documento es un cántico a la caridad con un profundo contenido espiritual. Se revela que la compasión por el prójimo siempre ha estado presente en la Iglesia. El amor a los pobres no es un consejo, es una obligación. Así lo explicó Jesús en la parábola del buen samaritano. Jesús se identifica con el que sufre. Por este motivo tenemos la obligación de ayudar al que sufre. La misericordia es la puerta para llegar al cielo.
El Papa León, en esta exhortación, recorre la historia de la Iglesia y nos lleva a descubrir que siempre ha estado al lado de los pobres. Menciona a los santos que se han distinguido por la caridad y han fundado hospitales, asilos, comedores, escuelas. Entre ellos destaca a san Pablo, san Lorenzo, san Francisco de Asís, san Ambrosio, san Juan de Dios, san Pedro Nolasco, entre otros. Fueron personas que descubrieron a Cristo presente en los que sufren.
Hoy no podemos quedarnos al margen de esta historia de amor y entrega generosa; es necesario realizar obras de caridad personales y colectivas para sanar las injusticias sociales. 
Nos recuerda este documento que la solución a la pobreza no está en la violencia. Denuncia la dictadura de una economía que mata y de una minoría feliz que no se compadece del prójimo. El camino para salir de la crisis es la conversión integral. El trabajo por la justicia y la paz es tarea de todos. 
Los pobres no solo necesitan cosas materiales. La peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual. La opción preferencial por los pobres debe traducirse en una atención religiosa, privilegiada y prioritaria. El pobre más pobre es el que no tiene a Dios.
Por medio de nuestra cercanía y acción, los pobres entenderán que las palabras de Jesús son para él. “Yo te he amado”.
                
 
            
            
        
         



















































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