El pasado 22 de mayo, el Papa León XIV declaró venerables a los misioneros Monseñor Alejandro Labaka y la Hermana Inés Arango, reconocidos por su testimonio de fe y entrega en la Amazonía ecuatoriana. Esta noticia llena de alegría a la Iglesia en el Ecuador, especialmente a las comunidades del Vicariato Apostólico de Aguarico, donde ambos entregaron su vida por amor a los más pobres y olvidados.
Monseñor Labaka, obispo misionero, y la hermana Inés Arango, religiosa consagrada al servicio de los pueblos indígenas, fueron asesinados en 1987 por intentar entrar en contacto pacífico con comunidades no evangelizadas. Su muerte no fue un accidente, sino el resultado de su firme decisión de proteger la vida y la dignidad de los más débiles, sin utilizar jamás la violencia ni el poder.
Durante una reciente ponencia, presentada en la Catedral Antigua de Cuenca, Monseñor Adalberto Jiménez, actual Obispo del Vicariato Apostólico de Aguarico, compartió su testimonio misionero y la emoción de este reconocimiento eclesial. Recordó que, en un mundo saturado de noticias negativas, la proclamación de nuevos santos y venerables es un motivo de esperanza, ya que el testimonio de los santos es la mejor respuesta a la violencia, a la división, a la injusticia y a los atentados contra la vida y la creación.
Alejandro Labaka e Inés Arango se caracterizaron por un servicio sin distinción, sin motivaciones ideológicas ni intereses políticos. Vivieron el Evangelio con radicalidad, reconociendo a Jesucristo en los rostros de los indígenas. Su legado interpela hoy a toda la sociedad, motivando a: vivir con sencillez, trabajar con generosidad, enseñar con el ejemplo y cuidar de la creación como don de Dios, pues del cuidado de la naturaleza o la Casa Común, todos somos responsables.
En dicha ponencia se hizo un llamado a formar a las nuevas generaciones en el respeto por la vida desde su concepción hasta la muerte natural y por la naturaleza, enfatizando en que no se trata solo de hablar del medio ambiente sino de educar con gestos concretos, como: mantener la limpieza, evitar el maltrato, saber compartir y evitar el desperdicio. Siendo de esta manera sembradores del amor de Dios en la familia y comunidades.
“Se necesitan misioneros con un carisma especial para evangelizar pueblos étnicos minoritarios, en peligro de extinción cultural y casi biológica. Misioneros con una fe e ilusión espiritual grande para insertarse en su cultura, aprendiendo su lengua, sus mitos, sus tradiciones… para descubrir en ellos las “semillas del Verbo” y las posibilidades inéditas del Evangelio y de Cristo como plenitud para estos pueblos” (Mons. Alejandro Labaka).
Damos gracias a Dios por nuestros venerables Alejandro e Inés, que se unen al coro de los bienaventurados que enriquecen la historia espiritual del Ecuador: Marianita de Jesús, Hermano Miguel, Narcisa de Jesús, Mercedes de Jesús, Emilio Moscoso, María Troncatti, Julio María Matovelle y Carlos Crespi. Muchos de ellos pasaron por Cuenca y dejaron su huella en la vida de nuestra ciudad. Que ellos intercedan por cada uno de nosotros para cumplir la tarea encomendada.
