Desde que Jesús, Buen Pastor, envió a sus primeros discípulos: “Vayan y anuncien el Evangelio” (Mc 16,15) el Plan Pastoral de todas las comunidades cristianas ha sido el mismo: anunciar, con obras y palabras, que Dios es un Padre Bueno y que quiere que sus hijos tengan vida y vida en abundancia. El Evangelio ha sido y es para toda comunidad cristiana la fuerza de Dios y la guía para el seguimiento de Jesús de Nazaret. Pero ese mismo y único Evangelio resuena e interpela de forma distinta según la época, el lugar y la cultura donde se escucha.
Según la visión del Plan Pastoral vigente, la Iglesia que peregrina en el Azuay será una comunidad de comunidades, discípula misionera que vive y anuncia el encuentro con Jesucristo; que promueve y acompaña los procesos formativos, articulando sus planes y estructuras al servicio de los pobres en la construcción del Reino.
Su misión es animar y fortalecer la evangelización, haciendo presente el rostro misericordioso del Padre, como Iglesia servidora de la vida, que forma discípulos misioneros y celebra con alegría la fe en Jesucristo.
El objetivo que nos hemos propuesto es ser una Iglesia en salida que acoge la gracia de la conversión permanente: personal, comunitaria, pastoral e institucional, que vive el Evangelio y forma discípulos misioneros para el cuidado amoroso de la vida, la familia y los pobres.
Cuatro opciones pastorales animan nuestro caminar como Iglesia misionera: evangelización, profetismo y misión; pobres y periferias existenciales; familia y vida; ecología integral.
Todos los miembros de la Iglesia, estamos llamados a responder a las nuevas realidades urbanas y rurales, promoviendo y formando discípulos misioneros. Somos una Iglesia en conversión permanente, que anuncia la Buena Nueva del Reino de Dios y se identifica con la piedad del pueblo. Una Iglesia al servicio de los pobres y necesitados, que hace presente la misericordia de Dios.
Si una de nuestras opciones es la familia y la vida, debemos valorar la vocación al sacramento del matrimonio y la santidad de la familia; acompañar, discernir e integrar la fragilidad de la familia; defender y cuidar la vida humana en las diferentes etapas.
La opción por una ecología integral es una propuesta de un nuevo estilo de vida frente al cambio climático y la cultura del descarte. Todo desde la visión de la Sagrada Escritura que nos habla de la creación como regalo de Dios a sus hijos. Así lo explica el magisterio de la Iglesia en la encíclica Laudato Si. Debemos, pues, promover iniciativas de prevención, conservación y cuidado de la vida en el planeta. Formar comunidades que cuiden el agua, los campos y todos los bienes recibidos de Dios.
En la formación de los laicos tratamos muchos temas catequéticos, litúrgicos y eclesiales, pero aún no hemos logrado una profundización y difusión del magisterio de la Iglesia en torno a la ecología integral, que es la toma de conciencia de la responsabilidad del ser humano, de cada uno de nosotros, hacia el prójimo, hacia la sociedad, hacia la creación y hacia el Creador.
