Hace un año iniciamos en nuestra Arquidiócesis la Misión Familia, con diversas iniciativas dirigidas a fortalecer la familia cristiana, su relación con Dios, entre ellos y con la sociedad. Son muchos los desafíos que se presentan, a los que tenemos que hacerles frente con un buen proyecto de pastoral familiar, dirigido a los jóvenes, los novios, los esposos, los padres de familia y a sus hijos. Debemos entender que formar una familia es mucho más que establecer una relación con la persona amada y comenzar a vivir juntos, es mucho más que reconocer a los hijos y darles el apellido, mucho más que brindar un hogar donde las necesidades materiales estén cubiertas. Familia es crear verdaderas escuelas de amor, donde a pesar de nuestras diferencias nos sentimos queridos y apoyados, escuchados y entendidos. Familia es estar abiertos al Dios de la vida y a los demás, pues, sin apertura a la vida, el amor es infecundo y se convierte en mero egoísmo.
El distintivo de la Misión Familia en todo el Ecuador es la imagen peregrina de la Sagrada Familia de Nazareth, la misma que fue bendecida por el Papa Francisco. Cuando el Santo Padre tuvo este gesto de paternal cercanía para con nuestro pueblo, nos recordó que nuestra misión es evangelizar y defender la familia y, precisamente, esta es la consigna que queremos hacer realidad durante y después de la misión, porque hoy, más que nunca, la vida y la familia se sienten amenazadas por tantos enemigos que buscan su destrucción.
Los cristianos somos sensibles ante otras realidades: saltamos cuando nos tocan nuestras tradiciones religiosas, alzamos la voz ante situaciones sociales y políticas adversas, nos peleamos entre nosotros por el culto o no a las imágenes, pero no luchamos con la misma pasión ante el horrible crimen del aborto, la destrucción de la familia y de la creación. Es más fácil hablar de profanación de imágenes que de la profanación del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios. Nos falta corazón para defender a los niños de carne y hueso que sufren y mueren por culpa de nuestra cerrazón y mezquindad.
Por hablar de estos temas, el Papa Francisco tiene hoy tanta resistencia en algunos rancios estamentos eclesiales y sociales, cómodos y aburguesados. Él, como buen pastor, insiste en el compromiso con los demás, la atención a los pobres, la misión en la periferia y habla fuerte contra el cristianismo de salón, las comodidades, el “siempre se ha hecho así”, las críticas y juicios de aquellos que, como los fariseos, solo juzgan y no aportan ni se comprometen.
Estamos comenzando un nuevo año, tiempo de gracia y bendición, regalo de Dios para que caminemos en sintonía con el Evangelio. Que en nuestra lista de compromisos esté la preocupación por cuidar y atender al hermano, la atención a nuestras familias y la educación integral de los hijos. Todo lo ponemos en las manos del Señor, esperando su eficaz bendición.
