En el Evangelio de Lucas nos presenta el siguiente pasaje: “Se acercaron a Jesús algunos saduceos. Como los saduceos niegan la resurrección de los muertos, le preguntaron: ‘Maestro, Moisés nos dejó escrito que si alguno tiene un hermano casado que muere sin haber tenido hijos, se case con la viuda para dar descendencia a su hermano. Hubo una vez siete hermanos, el mayor de los cuales se casó y murió sin dejar hijos. El segundo, el tercer y los demás, hasta el séptimo, tomaron por esposa a la viuda, y todos murieron si dejar sucesión. Por fin, murió también la viuda. Ahora bien, cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será esposa la mujer, pues los siete estuvieron casados con ella?’. Jesús les dijo. ‘En esta vida, hombres y mujeres se casan, pero en la vida futura, los que sean juzgados dignos de ella y de la resurrección de los muertos, no se casarán ni tampoco morirán, porque serán como ángeles e hijos de Dios, pues Él los habrá resucitado’”.
No todos los que escucharon a Jesús en su tiempo, creyeron en él. Los saduceos no creían en la resurrección, no creían en esta verdad de fe y querían burlarse del Señor. La respuesta de Jesús está llena de sabiduría y de paciencia, no pierde la calma.
Hoy muchos cuestionan seriamente la fe cristiana. Creen que son cosas del pasado. No están de acuerdo con la defensa de la vida, la santidad del matrimonio y la familia. La cerrazón de aquellos que no aceptan a Dios deriva muchas veces de la falta de formación, pues muchos desconocen la fe, también puede proceder de la arrogancia o del miedo a cambiar de vida.
Es más fácil sustituir al Dios verdadero por los dioses de este mundo: el poder, el placer y el dinero. Varias personas, por conservar sus bienes son capaces de combatir, marginar o matar de diversos modos a los pobres. El poder los llena de soberbia y olvidan que están para servir y no para destruir.
A pesar de todo, encontramos a numerosos jóvenes que buscan escuchar con atención la palabra de Dios, porque quieren comprometerse seriamente con Jesús. Nos entusiasma verlos orar, participar de la Eucaristía, hacer apostolado con los niños y ancianos, vincularse a grupos misioneros. Esta experiencia se vive en diversas comunidades y movimientos apostólicos. Quieren liberarse de una cultura de muerte, de egoísmo y de libertinaje. Busca algo más. Luchan contra la mediocridad y el engaño. Su ejemplo nos estimula.
Debemos vivir nuestra fe con plena convicción, sin miedo o vergüenza ante quienes nos contradicen o se burlan de nuestras creencias, sobre todo realizando signos concretos de amor y misericordia. No basta la afirmación y defensa de lo que creemos, es necesario poner en práctica nuestra fe. El testimonio de vida es la mejor predicación.
