En la Iglesia de Cuenca contamos con la presencia de algunos movimientos apostólicos laicales que trabajan activamente en distintas parroquias. Unos se dedican a la evangelización de las familias y al apostolado con los jóvenes; otros, por medio de convivencias y retiros, atraen a católicos alejados y los invitan a la conversión; también están aquellos que realizan trabajo social, catequesis o misiones en zonas periféricas de la Arquidiócesis. Todos, con su carisma propio, aportan a la vitalidad de una Iglesia en salida, como nos lo pide el Papa Francisco.
El Magisterio de la Iglesia nos presenta algunos criterios para discernir sobre la autenticidad de los movimientos católicos:
a. El primado de la vocación de todo cristiano a la santidad. Un auténtico carisma es instrumento de santidad en la Iglesia. Lleva a la perfección del amor.
b. El compromiso con la difusión misionera del Evangelio. Deben participar en el fin apostólico de la Iglesia, manifestando un decidido ímpetu misionero, que los lleva a ser, cada vez más, sujetos activos de una nueva evangelización.
c. La confesión de la fe católica. El movimiento debe ser un lugar de educación en la fe en su totalidad, acogiendo y proclamando la verdad sobre Cristo, sobre la Iglesia y sobre el hombre, en la obediencia al Magisterio de la Iglesia.
d. El testimonio de una comunión activa con toda la Iglesia. Esto lleva a una filial relación con el Papa y con el Obispo. Implica leal disponibilidad para acoger sus enseñanzas doctrinales y sus orientaciones pastorales, así como la disponibilidad a participar en los programas y actividades de la Iglesia, el empeño catequético y la capacidad pedagógica para formar a los cristianos.
e. Disponibilidad a la cooperación mutua. Un signo claro de la autenticidad de un carisma es su eclesialidad, su capacidad para integrarse armónicamente en la vida del santo Pueblo fiel de Dios para el bien de todos, sin arrojar sombras sobre otros grupos.
f. La aceptación de los momentos de prueba en el discernimiento de los carismas. Un criterio de autenticidad es la humildad en sobrellevar los contratiempos.
g. La presencia de frutos espirituales como la caridad, la alegría, la humildad y la paz. Deseo más intenso para escuchar y meditar la Palabra, el renovado gusto por la oración, la contemplación, la vida litúrgica y sacramental; el estímulo para que florezcan las vocaciones al matrimonio, al sacerdocio y a la vida consagrada.
h. La dimensión social de la evangelización. En el corazón del Evangelio está el compromiso con los otros, la participación solidaria para crear condiciones justas y fraternas en la sociedad.
