Esta frase del Evangelio resume todo el espíritu, objetivos y acciones contenidos en el nuevo Plan Pastoral de la Iglesia de Cuenca, elaborado para los próximos diez años. Guiados por el mismo Jesús, buscamos “que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están. Ya no nos sirve una simple administración” (Exhortación Apostólica, Evangelii Gaudium, 25).
En ambiente de oración, nos preguntamos: ¿qué debemos hacer para que su contenido se haga realidad en nuestra vida y misión? Creo que los pasos concretos que podemos dar, movidos por el espíritu de Cristo resucitado, son los siguientes:
Oración y penitencia. Examinar seriamente nuestra responsabilidad en la tarea evangelizadora. El Plan funcionará de forma adecuada si cada uno de nosotros se toma en serio las indicaciones y normativas encaminadas a realizar una pastoral organizada y de conjunto.
Leer y meditar la Palabra de Dios para ver la realidad con ojos de fe y encontrar los mejores caminos de solución a los desafíos que se nos presentan.
Implementar una seria formación permanente para quienes están al servicio de la transmisión de la fe: sacerdotes, religiosos, catequistas, misioneros, servidores de las comunidades.
Poner especial empeño en la formación inicial de los futuros pastores de la Iglesia.
Revitalizar la liturgia, centro y culmen de la vida cristiana.
Valorizar la piedad popular como medio de evangelización y manifestación de la auténtica fe de los humildes.
Ejecutar proyectos de caridad organizada, como signos de fe verdadera.
Ser Iglesia misionera, es decir en salida. Las familias y periferias existenciales esperan la Buena Noticia.
Compartir nuestras experiencias de fe y encaminarnos hacia el futuro. Debemos caminar como Iglesia y sentir con la Iglesia. Somos parte de ella. No olvidemos que sin amor al santo pueblo de Dios es imposible servirlo con alegría.
Tomemos el nuevo Plan como un regalo del Señor y un llamado a volver al primer amor. Es importante que volvamos a enamorarnos de nuestra opción de vida. Para ello es necesario que partamos desde el redescubrimiento de nuestra identidad de hijos de Dios, a partir de la espiritualidad del Buen Pastor que conoce a sus ovejas y las llama por su nombre.
