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Mensaje Pastoral de Monseñor Marcos Pérez, Arzobispo de Cuenca

LA BIBLIA

LA BIBLIA

Muchas personas han leído la Biblia y la conservan en sus casas. Algunos han memorizado ciertos pasajes bíblicos y los repiten contantemente. Otros creen que para evangelizar basta con recordar a otros el cumplimento de los preceptos allí mencionados. Unos la aceptan como Palabra de Dios y otros la rechazan. De una u otra forma, la Biblia es el libro que más influencia ha tenido en la historia de la humanidad.

Sí, hermanos, la Biblia, ese gran libro que figura en las estanterías de nuestras casas, ese libro con filos dorados que adorna las salas de muchas familias ecuatorianas, del que oímos hablar en la escuela, en la catequesis, en la iglesia, ese libro, desgastado por el uso, que millones de personas siguen leyendo cada día e inspira nuestra oración y muchas obras buenas, ese libro es la Palabra de Dios, su mensaje de amor.

En la vida buscamos respuestas a nuestras inquietudes en las páginas de los diarios, de las revistas, de la televisión, esperando que en alguna ocasión nos expliquen por qué sufre el hombre, por qué miles de niños mueren de hambre cada día o qué hemos venido a hacer sobre esta tierra. Nos interrogamos sobre la familia y su futuro, sobre la vida de los indefensos y el cuidado de la creación. Y, lógicamente, la respuesta nunca llega. A través de la pequeña pantalla nos dan los resultados del fútbol, de unas elecciones o de la lotería; nos hablan de guerras, de escándalos y de famosos, pero no revelan la clave de nuestra vida. Esta respuesta puede escucharse solo en el silencio, en el interior de nosotros, donde suena y retumba la Palabra de Dios para quien no tiene taponados de frivolidad sus oídos.

Dialoguemos cotidianamente con Dios a través de su Palabra: la Biblia. Leámosla, no como un conjunto de hechos del pasado, sino como Palabra viva, que hoy nos dirige nuestro Padre a cada uno y nos interpela. No basta con escuchar o leer, es necesaria la docilidad a la Palabra de Dios, escuchar con oídos de obediencia. Debemos acoger y vivir con alegría, confianza y humildad el mensaje que el Señor nos comunica.

La lectura de la Biblia es toda una aventura espiritual. Entre sus páginas nos espera el mismo Dios. No para contarnos una historia muerta, sino para interpretar nuestros problemas reales. Su Palabra, si la escuchamos, si la vivimos, dará sentido a nuestra vida, nos orientará en nuestro quehacer diario, nos dará la paz que tanto ansiamos en el vertiginoso mundo actual, donde muchas personas, hartas de escuchar simplezas, se vuelven, una vez más a Cristo.

En este año hagamos el propósito de leer, conocer y asimilar con mayor profundidad la Palabra de Dios, estímulo y fuente de nuestra vida cristiana. Que la Santísima Virgen María, con su testimonio de escucha atenta y obediencia sincera, nos enseñe a recibir el mensaje divino en nuestros corazones y nos ayude a ponerlo en práctica.

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