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Mensaje Pastoral de Monseñor Marcos Pérez, Arzobispo de Cuenca

ANTE LA MUERTE

ANTE LA MUERTE

En noviembre la Iglesia nos invita a recordar a los fieles difuntos, a dirigir nuestra mirada a los que nos han precedido y han concluido su paso por la tierra. Muchos acudimos al cementerio para rezar por los familiares y amigos que ya murieron, así les expresamos nuestro afecto y gratitud.

Ante la realidad de la muerte buscamos una respuesta que nos llene de esperanza. Nunca nos hemos resignado a creer que más allá de la muerte no existe nada. Surge el temor a la muerte porque cuando nos encontramos al final de la existencia, existe la percepción de que hay un juicio sobre nuestras acciones, sobre cómo hemos llevado nuestra vida.

Si reducimos nuestra existencia solamente a la dimensión material, toda la vida pierde sentido. Necesitamos de la eternidad, buscamos un Amor que supere las cosas pasajeras. Nuestra vida tiene sentido si existe Dios. El Dios cercano, que ha querido habitar entre nosotros para decirnos que si creemos en Él tendremos vida eterna.

El Viernes Santo, Jesús se dirige desde la cruz al buen ladrón y le promete el Paraíso. Pensemos en el Maestro que nos invita a la confianza, porque nos tiene preparada una morada en la casa del Padre. Recordemos que Dios nos ha amado tanto, que envió a su Hijo Unigénito, para que todos tengamos vida eterna. Y al orar con afecto por nuestros difuntos, renovemos con valor nuestra fe en la vida eterna y hagamos el compromiso de amar intensamente esta tierra que el Señor nos ha dado para que la cuidemos, haciendo de nuestro trabajo diario un camino para llegar al cielo.

Con profunda gratitud elevemos nuestras oraciones por los familiares y amigos que ya descansan en el Señor. Ellos cumplieron su misión y fueron nuestro apoyo, sus detalles de amor jamás serán olvidados porque fueron el abrazo afectuoso y sincero de Dios que nunca nos abandona, y que se hizo presente, por medio de ellos, en los momentos más difíciles de nuestra vida.

Gracias, Señor, por la vida. Gracias por nuestras familias, por nuestros padres y hermanos que aún nos acompañan. Gracias por los que partieron y nos enseñaron a amarte a Ti y al prójimo.

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