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Mensaje Pastoral de Monseñor Marcos Pérez, Arzobispo de Cuenca

NUESTRO COMPROMISO

NUESTRO COMPROMISO

“Hemos celebrado un Año intenso, en el que la gracia de la misericordia se nos ha dado en abundancia. Como un viento impetuoso y saludable, la bondad y la misericordia se han esparcido por el mundo entero. Y delante de esta mirada amorosa de Dios, que de manera tan prolongada se ha posado sobre cada uno de nosotros, no podemos permanecer indiferentes, porque ella nos cambia la vida” (Misericordia et Misera, 4).
Agradezcamos al Señor por habernos dado la gracia del perdón de nuestros pecados. Motivados por el Papa Francisco nos pusimos a la escucha atenta de la Palabra Divina, experimentamos la cercanía de Dios, descubrimos que Él jamás nos abandona. Ahora nos toca descubrir, con la luz del Espíritu Santo, cómo seguir viviendo la alegría de ser amados por Dios, la riqueza de su misericordia divina. Estamos llamados a vivir en constante proceso de conversión, dejando que el Espíritu transforme nuestras vidas y nos haga portadores del Evangelio de la misericordia. Este estado de conversión tiene que demostrarse poniendo en práctica las obras de misericordia, corporales y espirituales.
Estamos comprometidos, pues, a celebrar con gozo la misericordia en cada Eucaristía y en los demás sacramentos, en la escucha atenta y orante de la Palabra de Dios, en la consolación a nuestros hermanos necesitados, en la cercanía a las familias que padecen diversas crisis.
“Terminamos el Jubileo y se cierra la Puerta Santa. Pero la puerta de la misericordia de nuestro corazón permanece siempre abierta, de par en par. Hemos aprendido que Dios se inclina hacia nosotros (cf. Os 11,4) para que también nosotros podamos imitarlo inclinándonos hacia los hermanos” (Misericordia et Misera, 16). Inclinación que significa disponibilidad para servir al prójimo. Al hermano cercano que tenemos, con frecuencia, en la propia casa y se llama esposa, esposo, hijo, hermano o abuelo. Para ellos tenemos que abrir la puerta misericordiosa de nuestro corazón. Puerta que a veces cerramos con candado doble, para que nadie nos moleste, olvidando que nuestra misión cristina es abrir, acoger y consolar.
Que el Señor nos ayude a cumplir nuestros compromisos y a poner en práctica las sabias enseñanzas del Papa Francisco, para crecer espiritualmente como personas, como familia y como comunidad cristiana.

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