Para una mejor convivencia humana, es necesario, además de la comunión de bienes y de la justicia, la solidaridad y la sobriedad en su uso.
Solidaridad
Debido a la globalización económica, mucha gente es arrastrada a la pobreza e incluso a los límites de la miseria. ¡Cuántas personas pierden su trabajo y poblaciones enteras son forzadas a emigrar y a vivir en la marginación!
La solidaridad, en este contexto, es un valor que se relaciona directamente con el amor misericordioso, la gratuidad y la generosidad. Siendo una de las más nobles expresiones del corazón humano, se sitúa por encima de todo derecho y legislación. La solidaridad, en este sentido, no tiene en cuenta las diferencias personales, culturales, sociales, económicas y religiosas, ni mucho menos los resultados que se puedan obtener; tan sólo mira las necesidades impostergables de las personas y grupos y actúa inmediatamente.
La solidaridad, además, nos invita a eliminar las desigualdades que puedan darse entre personas con altos ingresos económicos y las de escasos o ninguno. No es justo que estas diferencias opaquen una vida serena, alegre y digna. Los bienes, con esta distribución inequitativa, aunque parezca paradójico, se transforman en males.
Sobriedad
La sociedad de consumo cada vez es más asfixiante y exigente. Las necesidades creadas nos invaden e imponen la urgencia de comprar bienes que, supuestamente, las satisfacen. Es impresionante la cantidad de objetos desechables de toda índole que llegan a nuestros mercados.
Como consecuencia de este desenfrenado consumismo, cada día se recolectan millones de toneladas de basura o desperdicios. En algunos países, gran parte se recicla y lo demás se convierte en elementos contaminantes del ambiente, sobre todo los desechos radioactivos y los no perecibles a corto plazo, como los plásticos.
Entre nosotros hay una tendencia muy marcada y es la de acumular bienes; pues, con el pretexto de que algún día nos serán útiles, cuántos bienes permanecen almacenados en nuestras casas, ocupando espacios que podrían estar al servicio de otras actividades familiares y sociales.
La sobriedad en el uso de los bienes es uno de los grandes valores que deberíamos cultivarlo, ya que nos ayuda a discernir entre lo esencial y lo secundario y lo necesario y lo superfluo. Vivir y proponer un nuevo estilo de vida más sobrio y sano: ¡he aquí uno de los grandes desafíos!
Como seguidores de Jesús, contribuiremos en la construcción de una sociedad más libre en la medida en que vivamos los grandes valores de la comunión, la justicia, la solidaridad y la sobriedad.


















































